Rememoramos al poeta y su obra a cien años de su primera publicación en 1920

GUSTAVO ALVIAL, seudónimo de Luis Antonio Rojas Olivares (Antofagasta, 1895 - Santiago, 1977).
De profesión Contador Auditor, se desempeñó como tal en el norte del país. Cultivó el espíritu con valiosas lecturas de escritores clásicos y contemporáneos, llegando a conformar una nutrida biblioteca personal.
Años después, se trasladó con su esposa, Thala Cortés Álvarez a Santiago, fijando su domicilio en la comuna de Quinta Normal.
Gustavo Alvial escribió textos poéticos que dio a conocer en obras publicadas mayormente en su ciudad de origen:
1920: Las voces en la sombra (Antofagasta, Imprenta Chile)
1925: Sinfonía de los jardines (Antofagasta, Imprenta Barcelona)
1926: Olalaí y sus películas (Antofagasta, Imprenta Barcelona)
1931: Puerto del norte (inédito)
Numerosos críticos literarios de la época se refirieron favorablemente a sus escritos, en algunos de dichos comentarios están a nuestro alcance y los damos a conocer en este blog. LES INVITAMOS A CONOCER Y PROFUNDIZAR EN LA VIDA Y CREACIÓN LITERARIA DE GUSTAVO ALVIAL, UN POETA DEL SIGLO XX.
Estimados lectores, pueden escribir comentarios al final de cada publicación. Además, escribir a los correos poetagustavoalvial@gmail.com
o también
luis.gavilanrojas@gmail.com
Teléfono whatsApp +569 64987060
Muchas gracias. Familiares de Luis Rojas Olivares.

martes, 1 de febrero de 2022

Sinfonía de los Jardines. Un extenso análisis de la obra por parte de Rafael Coronel G.

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SINFONÍA DE LOS JARDINES

Por Rafael Coronel G.

Antofagasta, primer domingo de abril (año ¿?)

En Antofagasta se ha publicado este libro y el poeta es de La Serena. Cada poema es bello, original; tiene algunos versos y estrofas completas en que ya se siente una garra de artista inconfundible; cada poema puede ponerse en una antolojía al lado de cualquiera de los artistas de Chile.

Las dádivas más hermosas – Lo bello es inútil – Los jardines de Antofagasta – El jentil regalo de las flores – Puntos de contacto entre un Alcalde y un poeta – La dádiva lírica de Gustavo Alvial - ¿Un loco despilfarro de mil pesos?

El joven poeta Gustavo Alvial en la edición de Sinfonías de los Jardines

Un canario melancólico que en las teclas de un piano vecino canta en la tarde de domingo, me obliga a hablar de un libro publicado hace no mucho en Antofagasta y al que se ha atacado con la displicencia y la hostilidad con que, con frecuencia, algunos escritores de la capital y ya con nombre, reciben a los de provincias y a los que llegan, a los nuevos.

Ese canario que suena a media cuadra de esta redacción, me indica que hay almas para quienes tienen un sentido la poesía, la música. ¿Por qué no hablar para ellas de cosas que les interesan?

¿Cuál es la dádiva más hermosa?, empiezo por preguntarme. La desinteresada.

Antofagasta sabe de esas dádivas.

Portada de Sinfonías de los Jardines

Un pueblo que artificialmente ha levantado sobre su suelo rocoso hermosos jardines, en los que se alborotan rondas de niños, centenares de cabecitas doradas y negras, es porque siente como una necesidad la presencia de las flores.

Los jardines ¿no son belleza, color, perfume?

Las mañanas radiantes, las tardes tristes, frías y desoladas; las noches en que llueve a chorros la luna sobre los caminos, sobre los bancos y sobre el follaje:

saben cómo viven en los jardines los niños, las personas desengañadas, los que viven un maravilloso instante de ilusión.

Esos jardines no han existido por sí mismos. Han sido creados por la mano del hombre, por una intelijencia desinteresada, por un corazón.

El sentir disperso en todos se concretó en una persona y ella asoció su nombre a tan bella obra.

Ejemplar de la obra - Archivo familiar

Era el anhelo colectivo, vagamente experimentado y casi no expresado, que, para ser realizado, necesitó de un hombre que diera oído a esas voces, que las concretara.

Se hicieron los jardines y se hizo la dádiva de ellos a los niños, a los enamorados, a los que quieren olvidar por momentos sus burdos y matadores trabajos en que se lucha por el vestido, por la comida y por la vivienda.

Esa jenerosa y jentil dádiva no ha terminado ahí. ¿No sabemos acaso que, gratuitamente, hasta donde lo permite la conservación de los jardines se dan ramos semanales de flores a las familias?

He ahí la dádiva del pan de belleza y de perfume.

En una ciudad así, ¿Cómo no creer en que no solo están latentes, sino que actúan y viven con intensidad esas aspiraciones desinteresadas, en que desaparece la lucha y en que los corazones se emocionan y sueñan en una cordial fraternidad?

Al hablar de poesía, no hay, pues, que temer que la voz suene en el vacío. Habrá muchos espíritus aptos para recibir esa dádiva de belleza.

Con esa confianza, sin recelo, acerquemos por un instante al Alcalde de los jardines, aquel por el cual las casas tienen ramos de flores todas las semanas, a un poeta que ha percibido también voces que llaman a todas las almas y que él las ha dado forma en un libro, que es su dádiva: dádiva lírica, dádiva desinteresada.

Regionalista.cl
Mil pesos o más ha invertido este poeta para editar cien ejemplares.

¿Quién va a comprar un libro de versos por 10 pesos? Está muy cara la vida. Nadie. Además, se trata de un desconocido. ¿No habrá publicado talvez por vanidad? ¿Y vamos a darle en el gusto? ¿Fomentar su egolatría? Qué ¡esperanza! ¿Y qué de valor puede decirnos?

En todo esto ha reparado el artista y con la debida anticipación no ha pensado en recuperar su dinero. Cien ejemplares son pocos y en el reparto dentro y fuera del país, hay para que estén casi agotados.

Así, pues, la edición, como las flores de los jardines de Antofagasta, no se ha hecho con un fin comercial.

Un despilfarro loco … Mil pesos que se botan a la calle. ¡Mil pesos! Mil pesos que se invierten en una cosa inútil … ¿inútil? ¿Cómo es eso? ¿Lo bello, lo desinteresado, puede llamarse inútil?

En ningún caso. El poeta, en definitiva, ha creado su obra, la ha publicado, sin esperar – al igual que los jardines - elojio alguno, ni menos ganancia, por pequeña que sea.

¡Es la dádiva! Ha cumplido con esa ansia de todos los que sienten algo noble, digno de ser ofrecido, dentro de sí y que lo entregan - tal vez imperfecto, tal vez sin aprisionar toda la angustia de belleza que palpitó en la jestación de los poemas – a las almas de los demás.

 Leyendo con detención, con sensibilidad y valorando estéticamente el libro “Sinfonía de los Jardines” hay que anotar desde luego el prólogo original - en forma de diálogo – por Mario Bonatt. No deja de ser interesante este prólogo, porque el que analiza – el yo – se adjetiva intencionalmente un vulgar.

Archivo familiar

Paradójicamente, el espíritu de Bonatt no revela a un vulgar. Sino a un espíritu que puede clasificarse como esclavo de del estilo, como un parnasiano de la prosa.

No obstante, el prólogo – por corresponder a un yo, un vulgar – no desenvuelve como Gautier en “Las Flores del Mal” – lo más valioso, lo más personal de la poesía de Gustavo Alvial. Y es una lástima, porque Mario Bonatt estuvo en la posibilidad de hacerlo.

Estimo que el prólogo tiene ese fin; es un puente sutil entre el lector corriente – culto, con sensibilidad – y el poeta, en aquellos puntos de su obra en que es más inaccesible, en que debe ser enfocado con más detención.

Analizado severamente, como no puede menos de hacerse, al tratarse del libro de un verdadero artista – y no de un aficionado, de un extraño a estos ritos de desnudez espiritual – hay que reconocer en cuanto a estilo algunos descuidos de forma.

En cuanto a la médula de la obra, talvez no hay aún formada una poderosa personalidad a pesar de saber que existen personalidades multifásicas. Alvial está en ese período en que el espíritu se derrama por todos los caminos o sigue como una llama sin fijeza alguna.

Esta informa o de la más moderna poesía y aunque conscientemente no se subordina a tal o cual factura estética, no ha adquirido aún ese estilo personal, inconfundible, con el cual se está lejos de todo, aunque todos influyen de manera fatal en el artista.

Como obra de arte personal, no debe, pues, todavía considerarse este libro. Hay en él, sí, inquietud espiritual, hay sensibilidad, hay originalidad aislada, lo que es mucho ya.

Ampliemos un tanto, por ser necesario. Cada poema es bello, original; tiene algunos versos y estrofas completas en que ya se siente una garra de artista inconfundible; cada poema puede ponerse en una antolojía al lado de cualquiera de los artistas de Chile; sin embargo, del libro, en conjunto, no se levanta, definida e inconfundible, una personalidad.

Pero la inquietud, la sensibilidad, la orijinalidad aislada que he señalado, son factores importantísimos; y por esto el libro es bello, tiene un estilo cuidadoso y cada poema nos lleva por un derrotero, ya fantástico o sentimental.

En Antofagasta se ha publicado este libro y el poeta es de La Serena. De allí es también Gabriela Mistral; no obstante y como debía serlos, sus voces son distintas.

La cultura artística de Alvial es absolutamente europea. Sus autores preferidos, claramente se percibe que son Francis Jammes y Azorín y Baroja, para sentir los pueblos.

RAFAEL CORONEL G.

Antofagasta, primer domingo de abril.

Archivo familiar

Archivo familiar

Trasncripción y recopilación de imágenes: Luis Gavilán Rojas
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