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Luis Rojas Olivares en su rica y variada biblioteca de su domicilio en Quinta Normal Foto: Audito Gavilán T. |
Hoy sábado 24 de enero de 2015 se cumplen 38 años (1977) del fallecimiento de Luis Rojas Olivares, que en sus quehaceres como poeta y gran lector se conociera con el seudónimo de Gustavo Alvial.
Su familia de Santiago dejó sus restos en el Cementerio General de Santiago, donde en aquella ocasión viajaron desde Chillán su hija Thala y su esposo Audito Gavilán, quedando los nietos en dicha ciudad de Ñuble.
Tras la reciente venta de la casa de calle Victorino Laynez, los textos y recortes de prensa literarios que habituaba coleccionar de la edición dominical del Diario El Mercurio, tomaron distintos rumbos entre familiares, interesados en obras y comentarios de obras clásicas de época.
Siendo descendientes de Luis Rojas Olivares, en mi caso como nieto, quiero recordar su memoria, su rol como padre de familia, profesional de Contabilidad en las oficinas salitreras del norte pampino y como escritor radicado en Santiago en Quinta Normal, pero especialmente como querido y recordado abuelo.
Compartimos aquí una reciente fotografía gentileza de su hija menor, Georgina Rojas Cortés, quien visitara y adornara su tumba en el cementerio capitalino. En la portada una notable fotografía en su escritorio captada por mi padre Audito Gavilán en los años '60.
De su obra inédita Maduro Otoño ( pequeño breviario sentimental) compartimos los versos del revelador poema Presencia del otoño, en esta especial ocasión:
"Presencia del otoño"
Ya estamos en el tiempo del desengaño
del más maduro otoño, cuando nos miramos en los espejos
y no queremos reconocernos
cuando en la frente, en los cabellos,
está el llamado de la tierra,
cuando ya somos surco y grano
para las hambres de la Muerte.
Ay, tiempo de angustia,
formado noche a noche,
por pequeñas muertes
y pequeñas tumbas.
El tiempo no regresa,
se come el tiempo al tiempo
y sólo van quedando semillas de recuerdo,
que el tiempo también mata.
Entonces, la sangre se rebela,
miramos las lagunas del tiempo transitado
y nos pesa y nos duele
la fruta no mordida,
el vino no gustado,
la flor no deshojada.
Y volvemos a ser joven,
joven de otoño,
y amamos más que nunca
los bellos ojos y las bellas formas.
Engaño nuestro de los cuerpos jóvenes,
de los rostros jóvenes,
engaño de la vida que nos deja;
obramos como mozo y deseamos
como un débil gusano que se aferra
fuertemente a la vida,
sin reparar que ya cargamos,
irremediablemente,
nuestro propio cadáver a la espalda.
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Sus restos descansan en el Cementerio General de Santiago - Foto: G. Rojas Cortés. enero 2015 |
Correo electrónico de contacto poetagustavoalvial@gmail.com
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