"Las voces en la sombra" (1920) de Gustavo Alvial. Comentario literario.
"Y tú, mi amada
que eres la primavera en el invierno,
rayo de sol, cristal, flor delicada,
dame tus labios de cereza y ámame,
que el invierno es un lobo blanco y fiero
y ese lobo ya viene."
Voces en la sombra. Crítica literaria
No conozco al señor Rojas
Olivares, de manera que debo prescindir de hacer su presentación.
No tengo de él más noticia que
las que me ha suministrado un amigo suyo y mío, el dibujante Zaide.
Trabaja en una casa comercial, me
dijo Zaide. Es un muchacho muy modesto.
Y, abriendo el libro “Voces en la
sombra” que su autor le ha dedicado en
términos muy cariñosos, me recomienda El alcázar de mi ensueño, cuya primera
estrofa leo:
La hora cárdena ….
El sol que se desmaya
Silencioso en el piélago ambarino;
El rumor de las olas en la playa
Y el cantar de algún pájaro marino.
Me enamora la sencillez de estos
versos que, sin policromía de tintas, logran sin embargo, el interés sugestivo
de una buena manchita de pintor impresionista. Zaide, que lo es, me lo confirma
con su gusto.
Hojeo el libro al azar. En Las palabras sencillas, encuentro esta
instantánea de campo.
A lo lejos una montaña vieja
que dora el sol al declinar el día;
una laguna-oro y plata-que refleja
el cielo azul con sus caras pedrerías.
Subrayo este último verso: me parece una frase bien ideada , original,
de estilo colorista.
Doy vuelta dos hojas más y se me
presenta un título evocativo: Los días
grises. Esto debe ser bonito, me digo, pensando en algo sentimental; y me
dispongo a oír una “voz” suave, acariciándome nostálgica, como parece indicarlo
el tema.
Y oigo:
Cerremos firmemente
al invierno traidor
las puertas y ventanas
que el invierno es un lobo blanco y fiero
y ese lobo ya viene.
Y el poeta, después de pensar en
su hogar y desearlo feliz, “que haya fuego que canta, que haya lumbre que ría y
charla familiar” y después de soñar, sonriendo a una escena íntima, tiene esta
ternura para “ella”:
Y tú, mi amada,
que eres la primavera en el
invierno,
rayo de sol, cristal, flor delicada,
dame tus labios de cereza y ámame,
que el invierno es un lobo blanco y fiero
y ese lobo ya viene.
No me ha engañado mi
presentimiento. Vuelvo a leer la poesía y quedo más prendado de ella. La siento
honda, sin artificios, bella, sin amaneramiento, espontánea y serena como una
charla brotada del corazón en un momento de plácidas confidencias.
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